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EL ALQUIMISTA. La búsqueda de la leyenda personal.

Posted by on 26 de mayo de 2013

 autor: Paulo Coelho

año: 1988

     El Alquimista es una novela distinta, rara dirían algunos. El autor lo deja claro desde el principio. En la primera línea del prefacio explicativo que encabeza el libro, confiesa «El Alquimista es un libro simbólico». Poco después nos cuenta como se introdujo en el mundo de la alquimia y aclara que el libro que sostenemos entre las manos es, en realidad, el compendio de todos los conocimientos que logró atesorar. Asegura el escritor brasileño que detrás de un aparente cuento se esconden relevantes descubrimientos de la investigación alquímica.coelho_paulo_el_alquimista_j_prz

 Algunos de los conceptos importantes de la novela son:

Alma del mundo: Se trata de una unión simbiótica entre todo lo que existe. Los animales, los seres humanos, las rocas, el viento, el desierto. Una esencia de esencias.

Lenguaje del mundo: Idioma incomprensible para la mayoría y mediante el cual se comunica el Alma del Mundo.

Leyenda Personal: Ese camino que todos tenemos trazado. Si logramos identificar nuestra Leyenda Personal y nos atrevemos a perseguirla, lograremos tener una vida plena y dichosa.

Señales de Dios: Una serie de avisos, de alertas, con los que el destino nos va advirtiendo cual es nuestra Leyenda Personal. Aquel que aprenda el Lenguaje del Mundo las identificará y le permitirá alcanzar el Tesoro que el porvenir le tiene reservado.

Tesoro: el premio para el persistente y el osado. El objetivo último de la Leyenda Personal de cada individuo.

     Las aventuras de un pastor de ovejas es el relato que utiliza Paulo Coelho para hablarnos de estas cuestiones. En la novela, el joven decide abandonar a sus ovejas para ir en busca de un tesoro metafórico que lo espera en algún lugar cerca de las pirámides de Egipto. Una serie de enigmáticos personajes lo guiarán en su objetivo y le ofrecerán enseñanzas sobre la vida, la existencia y el destino. El Alquimista fue acusada, en mi opinión erróneamente , de tratarse de un libro de autoayuda. No pienso que esa fuera la intención del escritor brasileño. Pero sí es una obra de un optimismo exacerbado hasta un punto que resulta casi irritante. Se insiste en que esas agradables casualidades con las que nos topamos cada día, en realidad, no son tales. Sino oportunidades que nos brinda el Alma del Mundo para que las aprovechemos, identifiquemos nuestra Leyenda Personal y vayamos a por ella.»Cuando una persona desea realmente algo, el Universo entero conspira para que pueda realizar su sueño.» Repite el narrador una y otra vez como un mantra, como un dogma de fe que escondiera una verdad irrefutable y eterna. Una frase ingenua que podría resultar incluso ofensiva dependiendo de quien sea el interlocutor.

     El Alquimista guarda una pequeña joya en el prólogo del libro, un breve relato que justifica por si solo la lectura de la novela. Coelho decidió introducir su obra con un cuento de Oscar Wilde. En concreto con la adaptación del mito de Narciso del escritor irlandés, que yo no conocía y que es realmente bello. Lo transcribo a continuación.

«Cuando Narciso murió, llegaron las Oréades -diosas del bosque- y vieron el lago transformado, de un lago de agua dulce que era, en un cántaro de lágrimas saladas.

-¿Por qué lloras? -le preguntaros las Oréades.

-Lloro por Narciso -repuso el lago.

-¡Ah, no nos asombra que llores por Narciso! -prosiguieron ellas-, al fin y al cabo, a pesar de que nosotras siempre corríamos tras él por el bosque, tú eras el único que tenía la oportunidad de contemplar de cerca su belleza.

-¿Pero Narciso era bello? -preguntó el lago.

-¿Quién si no tú podría saberlo? -respondieron, sorprendidas, las Oréades-. En definitiva, era en tus márgenes donde él se inclinaba para contemplarse todos los días.

El lago permaneció en silencio unos instantes. Finalmente dijo:

-Yo lloro por Narciso, pero nunca me di cuenta de que Narciso fuera bello. Lloro por Narciso porque cada vez que él se inclinaba sobre mi orilla yo podía ver, en el fondo de sus ojos, reflejaba mi propia belleza.»

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