autor: Haruki Murakami
año: 2002
Kafka Tamura es un chico de 15 años que ha decidido huir de casa. Con solo una mochila y la poca ropa que llena su interior decide marcharse sin tener muy claro a donde ir ni por qué huye. Vive atormentado por el recuerdo del abandono de su madre cuando él era solo un niño, que por alguna razón prefirió llevarse a su hermana mayor dejando a Kafka solo con su padre. Un escultor de cierto renombre y totalmente incapaz de mostrar un mínimo de simpatía o cariño por su hijo. El azar conduce al adolescente hasta una biblioteca donde se alojará con permiso de los administradores del edificio.
Tienen razón los críticos con Murakami de que el componente sobrenatural en las novelas del escritor japones no aporta nada al argumento de la historia. Los acontecimientos fantásticos van surgiendo aleatoriamente, erráticos. Sin orden aparente y nunca terminan por aclararse definitivamente. Lo que sucede es que esta nunca fue la intención del autor. Por muchos fantasmas, entes, gatos parlantes o limbos que aparezcan en sus novelas, los libros de Haruki Murakami no son literatura fantástica. El objetivo de estos elementos es el hablarnos de sus propios personajes. Ponerlos a prueba frente acontecimientos increíbles y mostrarnos como ellos actúan. Sería acertado decir que todos estos espíritus, mundos paralelos y piedras parlantes, sin dejar de ser reales, forman parte del interior de cada uno de los personajes. Existen pero no en el mundo exterior.
Kafka en la orilla reflexiona acerca de la identidad personal, el sentido de la vida y la realidad, precisamente tres pilares de un mismo problema. Una reflexión más profunda que inteligente, pero de todos modos muy acertada.
“-¿Diluirse?
-Es decir, que cuando tú estás en el bosque, tú eres, sin fisuras, parte del bosque. Cuando estás bajo la lluvia, tú eres, sin fisuras, parte de la lluvia que cae. Cuando estás inmerso en la mañana, tú eres, sin fisuras, parte de la mañana. Cuando estás delante de mí, tú eres parte de mí. De eso se trata. Explicado de una manera fácil de entender.”
Como en otras ocasiones Murakami entreteje varias historias que se entrelazan con suavidad, imperceptiblemente. Un anciano que sufrió un hecho traumático de niño y a partir del cual se convirtió en otra persona y olvidó a la anterior, una mujer madura que no tiene el mínimo interés en su presente y solo vive alentada por sus recuerdos o un joven bibliotecario transexual y “hetero”, son algunos de los mimbres que componen Kafka en la orilla.
Muchos otros críticos con la obra del escritor japones coinciden en afirmar que todos los personajes de sus novelas se parecen demasiado. Todos son personajes poéticamente solitarios, melancólicos y desubicados, y este formato se repite una y otra vez. Para empezar no entiendo que esto en si mismo sea un defecto. Opino que Haruki Murakami ha descubierto algo importante que decir y ha decidido escribir libros para contarlo. Que para ello utilice personajes parecidos en formatos similares carece de la más mínima importancia.