autor: Stephen King
año: 1977
Pienso que una de las claves de la adaptación cinematográfica de una novela es no pretender plasmar la misma historia en el cine. Tratar de describir minuciosamente el detallismo literario de trescientas, cuatrocientas o quinientas páginas en celuloide, y en un tiempo asumible para la paciencia del espectador, es imposible. Además, está el lenguaje. Lo inquietante, lo terrible, lo conmovedor, lo asombroso o lo gracioso no se trasmite del mismo modo en el lenguaje escrito que a través de las imágenes que se emiten en una pantalla. Esto lo sabía muy bien Stanley Kubrick que realizó una magistral adaptación del libro de Stephen King.
El escritor norteamericano escribió una novela de recuerdos y fantasmas. Más concretamente una historia en donde los recuerdos se convierten en fantasmas, y los fantasmas son los recuerdos de un pasado trágico. Jack Torrance, un antiguo profesor universitario y proyecto de escritor, acepta el empleo de responsable de mantenimiento del hotel Overlook. El trabajo obliga a que su mujer y su hijo se trasladen con él al hotel para pasar el invierno. Temporada durante la que el Overlook permanece cerrado. Su deber será mantener en buenas condiciones el edificio hasta que los turistas vuelvan a ocupar las habitaciones con la llegada del buen tiempo.
El Overlook es un hotel enorme y siniestro. Una vieja construcción que acumula en su pasado un sin fin de episodios violentos y trágicos. Todos esos sucesos dejarán “huella” entre sus paredes en forma de espíritus, fantasmas, espectros… o como queramos llamarles. Los Torrance sufrirán el acoso de todos estos inquilinos sobrenaturales. En particular el hijo. Danny, dotado de un especial don, el esplendor, se verá especialmente perseguido por las inquietantes apariciones que esconden las habitaciones de este aislado hotel.
Pero no todos los fantasmas estaban en el Overlook. Jack es un alcohólico en proceso de rehabilitación que perdió su trabajo a causa de su adicción. Además sufre un profundo sentimiento de culpabilidad por haber agredido a su hijo en medio de un arrebato alcohólico. Jack, no soporta la idea de que quizá se parezca a su padre. Un maltratador que compartía, también, la afición a la bebida. Su esposa, Wendy, lleva años buscando la fuerza y el modo de dejar a su marido y ve este nuevo empleo como la última oportunidad de salvar su matrimonio. Y el pequeño Danny padece las consecuencias de su extraño don. Apenas sabe leer, pero sus capacidades “telepáticas” le obliga a conocer todos los terribles pensamientos de sus padres, y aprender a lidiar con sus crisis aunque no termina de entenderlas del todo.
Aunque la versión cinematográfica no contiene la complejidad argumental de la novela de King, el resultado creo que es de mayor calidad que el libro. En la película nos perdemos muchos de los detalles sobre la personalidad y el pasado de los miembros de la familia Torrace, pero nos ofrece, en cambio, una sucesión de imágenes inquietantes. Una cinta desconcertante que es uno de los mejores ejemplos del manejo de la tensión que puede verse en el cine. En parte gracias a la apropiadísima banda sonora.